"Si el
virus cambió todo, la escuela no puede seguir igual"
El
reconocido psicopedagogo italiano considera que la cuarentena para prevenir la
propagación del COVID-19 no hace más que dejar al descubierto que la escuela no
funciona; pero, al mismo tiempo, es una oportunidad única para que los niños y
las niñas aprendan cosas nuevas Fuente: LA NACION
21 de abril de 2020
El reconocido
psicopedagogo italiano, Francesco Tonucci, no tiene dudas: la cuarentena para
prevenir la propagación del COVID-19 puede ser una oportunidad única para la
escuela, las familias y, principalmente, los niños y las niñas. " Muchos
no se han dado cuenta de que el colegio no funcionaba desde antes, pero en esta
situación se nota mucho ",
sostiene el investigador del Consejo Nacional de Investigación Italiano y
responsable del proyecto internacional "La ciudad de los niños y las
niñas", para quien la pregunta más importante para hacerse hoy es "si
es posible hacer lo mismo de siempre, cuando todas las condiciones han
cambiado".
¿Cómo sacarle
el jugo al aislamiento obligatorio y convertirlo en una experiencia pedagógica
enriquecedora? La respuesta, para Tonucci, es sencilla :
convertir la casa en un "laboratorio" donde los padres sean los asistentes de los maestros y en el que cada
espacio, desde la cocina hasta un cajón de fotos viejas, se convierta en la
oportunidad de aprender algo nuevo.
-¿Cuáles considera que
son las falencias de la escuela que la cuarentena deja al descubierto?
-No es difícil imaginar que cambió todo. Este es el
punto de partida. Si cambió todo, la escuela no puede seguir igual que antes.
La contradicción que yo encuentro es que la escuela quiere demostrar que se
puede seguir como antes y sigue siendo una institución de clases y deberes,
donde lo único que se modificó fue el medio: en lugar de ser presencial, se
hace de forma virtual. Ahí aparecen preguntas como si se puede estar tantas
horas seguidas frente a la pantalla, si todos los niños son capaces de hacer
los deberes de esa forma o si tienen la tecnología adecuada para ello. Pero
desde mi punto de vista, la pregunta más importante es si es posible hacer lo
mismo de siempre, cuando todas las condiciones han cambiado.
-¿Cómo debería
transformarse y adecuarse la educación en este contexto?
-Albert Einstein solía decir: "Si tienes deseos
de cambio, no puede seguir haciendo lo mismo". También decía que las
crisis pueden ser una gran oportunidad para las personas y los países, porque
conllevan cambios. Si la escuela estaba contenta y satisfecha acerca de cómo funcionaba,
entiendo que buscará seguir igual. Pero, desde mi mirada, ya no funcionaba
antes, porque, muchas veces, es una institución que se hace a pesar de los
alumnos: todo se decide desde afuera y sin tenerlos en cuenta. Los niños
prácticamente no existen, no aparecen en sus preocupaciones. Hay reglamentos,
programas, libros de textos y ninguno de estos instrumentos interroga los
alumnos preguntándoles qué quieren hacer, cuáles son sus deseos, aptitudes y
capacidades. El artículo 29 de la Convención de los Derechos del Niño, que en
la Argentina tiene jerarquía constitucional, dice que el objetivo de la
educación debe ser el desarrollo de las capacidades y aptitudes de los alumnos
hasta el máximo nivel posible.
-¿De qué forma se aplica en tiempos de aislamiento
obligatorio? ¿Cómo aprovechar al máximo esta situación para que los chicos y
las chicas puedan seguir aprendiendo?
-Mi
propuesta puede ser considerada casi banal: si la escuela la tenemos que hacer
en casa, aprovechamos la casa. Que el hogar se considere un laboratorio y los
padres, asistentes del laboratorio. Así, podemos afrontar además un segundo
tema: no solo la escuela no funcionaba bien antes, sino que vivía en un
conflicto constante con la familia, que siempre está lista para denunciar al
colegio. Ahora, la situación es nueva, la escuela se hace en familia, en casa.
Es necesario que le pida a los padres que ayuden a los niños y las niñas a
comprender y conocer cosas que no conocen, por ejemplo, cómo usar las máquinas
que hay en el hogar para vivir experiencias nuevas: poner la ropa a lavar o
secar, planchar, coser botones, desmontar un enchufe. Todo de forma segura y
asistidos por los padres, por supuesto. En definitiva, conocer este mundo que
es el de la casa haciendo operaciones que muchas veces los niños no hacen y,
cuando empiezan a hacerlas, solo las hacen las niñas porque se consideran
tareas femeninas.
-¿Qué otros espacios del hogar puede ser útiles para
aprender nuevas habilidades?
-La
cocina, por ejemplo, es un laboratorio de química: no hay duda de eso. Allí se
pesan los ingredientes, se mezclan, hay que cocinarlos usando distintos
métodos. Me gustaría que la escuela le propusiera a los chicos, por ejemplo:
"Para mañana, cada uno tiene que preparar una salsa, según la costumbre de
cada familia. Luego, hay que compartirla, valorarla entre todos los miembros
del hogar y escribir una receta". De esa forma, se están tratando muchas
disciplinas típicamente escolares, como física, química y literatura, pero de
una forma distinta. Otro ejemplo es la historia: los cajones de la casa están
llenos de historia, la de los niños, a través de fotografías y desde su
nacimiento. Con los padres, las pueden recorrer juntos, ponerlas en orden,
hacer líneas de tiempo y, con todo eso, cuando vuelvan a clase pueden hacer un
libro con la historia de cada alumno.
-Sin dudas, esta es una experiencia inédita no solo
para los adultos, sino también para los chicos y las chicas. ¿Cómo podemos
ayudarlos a "pasar en limpio" sus emociones en un contexto tan
particular?
-Una
buena manera sería que la escuela le sugiera a cada niño o niña hacer un
diario. Estos niños están viviendo una experiencia que esperamos sea única en
su vida. Ellos no verán la hora de que termine para olvidarla, pero yo creo que
sería una lástima que lo olviden, porque están viviendo experiencias y
sentimientos raros en un mundo pequeño, que es la casa. El otro día hablé con
el Ministro de Educación de la Argentina [Nicolás Trotta] y me decía que le
envío cuadernos a los niños. Sería bueno que uno de esos cuadernos sea para un
diario personal y, si los chicos quieren, que sea secreto, porque tienen
derecho a una vida íntima, reservada. Quizás la escuela pueda preguntarse:
"Si es secreto, ¿cómo puedo evaluarlo?". Bueno, no lo evalúa: lo
regala a los niños. Cuando hablo con los chicos y las chicas siempre les digo
que hacer un diario vale la pena, porque dentro de muchos años lo van a poder
leer con sus hijos y será una gran emoción.
-Usted suele decir que la escuela no consigue promover
el hábito de la lectura en los niños, ¿por qué?
-La
escuela nunca alcanza a obtener un amor por la lectura y esto es un fracaso que
yo denuncio siempre, una gran falta, porque sería el regalo más grande que
podría hacer a sus alumnos y alumnas: darles el amor, placer, gusto, la
necesidad de la lectura. Pedirles que aprovechen este tiempo para leer libros
es fundamental: cualquiera, los que encuentren en casa, no importa que sean
para adultos siempre que los padres los aprueben. Si en el hogar no hay libros,
que la escuela encuentre la manera de hacérselos llegar. Es importante que
puedan leerlos no para hacer resúmenes o fichas, sino como regalo, no como un
deber. Si quieren, pueden luego compartirlo con los maestros, hacer por ejemplo
un debate sobre qué les pareció lo que leyeron.
-Como padres, ¿qué puede hacerse para fomentar ese
hábito?
-Un
hábito especial puede ser la lectura en familia: que todos los días se busque
un horario, puede ser media hora, y un rincón de la casa donde se lea un libro
juntos, en voz alta, como si fuera un espectáculo teatral, una telenovela. Un
poco cada día hasta terminar un libro y luego empezar otro. Estoy convencido de
que estas son experiencias de gran valor emocional y, por lo tanto, educativo,
que puede aprovechar la escuela, porque la buena escuela es la que se construye
sobre el mundo de los niños. En este momento, el mundo de los niños es pequeño:
su casa. Si se hace esta experiencia y se aprende a implementarla, cuando se
termine la cuarentena se puede seguir haciendo una escuela de este tipo sobre
el mundo grande: la calle, el barrio, la ciudad. En definitiva, el mundo donde
deberían vivir su vida los niños y las niñas, que no es solamente su casa ni su
escuela.
https://www.lanacion.com.ar/comunidad/francesco-tonucci-si-virus-cambio-todo-escuela-
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